lunes, 9 de diciembre de 2013

Un día más...

Buenos días,
uno más.
La vida pasa y el tiempo no espera
ni escucha
a los soñadores que no luchan. 
El futuro es incierto
y el presente un espejismo
que siempre existe pero nunca deja que le observen,
y cuando intentamos atraparlo es como cuando intentamos atrapar
una gran humareda que se escapa entre nuestros dedos.
Por eso hago este llamamiento: luchad, luchad por lo que queréis
porque si no algún día no querréis lo que lucháis.
Dejad los trajes de luto y las zapatillas de paño en vuestro armario,
O guardadlos en el garaje
en la sección de "nunca jamás",
Y poneos el rojo 
en honor a la sangre vertida por todos aquellos cuyos sueños fueron exprimidos 
a base de falsas esperanzas
y grandes, pero vanos, esfuerzos.
La sangre que cada persona ha invertido por estos sueños:
eso sudaremos si hace falta,
ese será nuestro aliento.
Hoy un hálito de esperanza 
ha surgido de entre la niebla de nuestras dudas
y nos ha hecho imaginar un mundo mejor, 
imaginar...
¿¡Por qué solo imaginar!?
No hay tiempo para dejar al tiempo resolver nuestras dudas,
hay tantos "mañanas" tan inciertos...
Dejemos que el arte ponga de su parte,
nuestra inspiración les aterra
porque si nosotros pensamos, ellos ladran,
-se me viene un refrán a la mente-...
y es el momento de atacar.
Porque cada vez que pestañean
encarcelan a un poderoso mendigo,
o dan de comer a un pobre gran empresario, 
¡y que razón tienen...!
Pues no saben el poder que están desatando.
Luchad por y para lo que queréis, 
y no solteís nunca la mano de la persona que amáis,  
pues de esas manos unidas saldrá una fuerza suficiente para enfrentarse a cualquiera
y el que no lo entienda
maldito ingenuo.
Incluso las máquinas temerán este vínculo
pues
no se ha inventado -aún- una 
que entienda ni supere la fuerza de dos corazones juntos,
que contenga una cólera latente y apunto de despertar en su interior,
que comprenda el vigor de la esperanza, 
que hagan desaparecer un legado imperecedero,
y que detenga el tiempo para arrebatarnos algo que nunca conseguirán:
un alma bondadosa.
Por qué han de asustarnos ellos que han sido enseñados a ser máquinas programadas,
ellos que tienen un corazón de piedra y una sangre de hielo.
Calentad el fuego de las antorchas
para que su sangre fluya
por si hay que verterla.
Calentad las antorchas hasta que su corazón de piedra se derrita,
sólo así puede que comprendan
que lo que nosotros queremos es
que el mañana para muchos
sea algo más que esperanza.
Queremos si no controlar el día a día,
al menos hacerle frente.
Queremos un lugar
dónde hacer lo que de verdad deseamos
no sea un privilegio,
dónde admirar el arte no sea algo secundario.
Queremos que nos deis una única razón
para no aseverar
que el fin justifica los medios.
Porque si no, vuestro fin,
llegará sin ningún remedio.
porque si no ponéis fin,
algún día, os quitaremos del medio...

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Dude

Pero no, tampoco deje de dudar de su paso constante, de su ritmo inconsciente, de no ver el tambor, de guerrear en el bando opuesto, de no combatir el miedo, de no decir lo quiere, de no rebelarse y amarlos, de no enfurecerse por su sonrisa,  de ser carroñero con sus hermanos, de comerse el pico del mantel, de no ser ambicioso, de desahogarse con nimiedades, de engrandecer su ego, de materializar las lágrimas, de contar lo incalculable, de no sentir compasión, de no querer quemar el traje, de preferir lo fácil, de creer, de decir, de modificar, de defender, de guiarse, de seguir el grito egoísta, de envidiarlos...

¡Mil lágrimas! Mil lágrimas por cada eslabón, y otras tantas por las cerraduras. Me cansé de buscar llaves para nada. A prueba de mazos están hechas las cadenas, por eso me fabricaré un hacha:
-¡Doctor, ayúdeme a convencerlo para que muerda este palo! Vamos a amputar.
-Pero hijo, las cadenas no están atadas a sus manos o sus pies, tampoco a su cuello. Las cadenas son ellos mismos.
-Pues deme la canción más irritante que encuentre. Les daremos la vuelta al cerrar los ojos y abrir la boca. Que su grito le mantenga vivo.



¿Oyes esa risa? ¿Oyes al niño agonizando dentro de ti? La incredulidad se va apagando, la cabeza asiente, y el corazón deja de enrojecerse. El vacío absorbe la desconfianza, las manos se automatizan, los pies se hinchan, los ojos se agrietan, la nariz se cierra. Cada instante será más difícil esquivar la lluvia de dagas.
El aceite caliente se arrastra por los muros. El fuego se asoma risueño. Pero ni siquiera un mero asombro, ni una boca abierta. Nadie venera ya la incredulidad. Todos se miran y asienten, no se mueven, aceptan, se abaten unos a otros con sus rezos, con sus deseos, con su nueva vida.
Mientras, la luz se apaga tras una figura. Un caballo, montado, se echa sobre sus patas traseras. El jinete no está asintiendo. El galope se hace inminente. Sin orden, desde el caballo se ven los muros temblar. El aceite es agua, el fuego se aviva en el interior haciendo una mueca de amistad a los asaltantes. Un sentimiento de esperanza llena sus vidas de valor. Un futuro posible les hace llorar de fortaleza.
El jinete no tiene corona, no lleva banderas, pero el latir de sus músculos encarna la luz más abrasadora. La piedra se derrite, los cimientos devoran las almenaras, y la torre maestra se queda inmóvil.
Una chispa, una chispa para despertarlos, para hacerles soñar que se caen, para mostrarles el todo del vacío, para hacerles decidir.

Los asaltantes soportaban la colina, pero ¿qué es el castillo en un valle? El jinete no ve una cuesta, ve el precipicio y se da cuenta, alza el cuerpo para mostrar el amor a la vida, para robar la hoz a la muerte, mezclar la verdad y la duda.